2017

Ayer supe de una estadística que reflejaba los hábitos de lectura de los españoles: el 34% no lee ni poco ni mucho; nada. Me sorprendió el dato por lo abultado aunque luego, comentándolo con amigos, a ellos no les sorprendía en absoluto. Más allá de otras cuestiones lo cierto es que me da un poco de pena por tanta gente que no ha encontrado en los libros el placer que otros sí disfrutamos. Al fin y al cabo es una afición no muy cara y relativamente accesible para la mayoría, es una lástima que no se aproveche.

2017 Ha empezado bien en este sentido:

Eduardo Sacheri: La noche de la usina.
Me la recomendó mi amigo Alfonso, capaz de recomendarme desde lo mejor a lo regular. En este caso, de lo mejor, sin duda. Y dentro de lo mejor, el prólogo. Creo que nunca leí uno que me gustara más.

Es una novela que, comenzando desde un ángulo casi social, va derivando hacia una trama emocionante muy cinematográfica. El final llega a enganchar mucho pero desde el primer momento uno se encariña con los personajes. Éstos van ganando en profundidad conforme avanza la trama y no dejan de hacerlo en ningún momento. Sin darte cuenta, en paralelo con la historia principal, cada personaje se va significando de modo que el libro no sólo remata muy bien la trama sino también las diferentes semblanzas. Entremedias se plantean preguntas interesantes como ¿los malos saben que son tan malos o se ven de otra manera? Cuestión que resulta verdaderamente fundamental cuando los que se creen buenos traman el desquite.

He de aclarar dos cosas: una evidente desde el principio y es que se trata de una novela argentina escrita en argentino. Eso puede resultar algo molesto al principio, cuando uno ignora parte del vocabulario y se encuentra extraño tomando los turrones a la sombra por el intenso calor. Es curioso porque, en cambio, al leer La tregua, de Benedetti, no encontré apenas dificultades con el uruguayo.
La otra aclaración, complementaria con la anterior, es que uno cree estar escuchando a Ricardo Darín al leer los diálogos porque el escritor, además de argentino, es también el autor del libro que sirvió de base para la película El secreto de sus ojos. Yo no lo supe hasta después de acabar el libro pero no me sorprendió demasiado; ya dije que la novela era muy cinematográfica. Y también en la película tuve dificultades para entender algunos diálogos rápidos.

Considero El secreto de sus ojos una gran película. Desconozco el libro porque evito mezclar ambas disciplinas: tiendo a pensar que si conocí la película y no el libro, posiblemente sea porque merezca más la pena la primera y lectura pudiera decepcionarme. De la misma manera, cuando La noche de la usina llegue a exhibirse en las salas, yo probablemente me ahorraré la entrada para evitar descubrir que el amigo Perlassi no es como yo lo imaginé. Aunque creo que no son muy comparables, La noche de la usina tiene algunos de los ingredientes de El secreto de sus ojos: buena trama y buenos personajes aunque tengo que reconocer que me enamoré de los ojos como de nadie en la usina.

Una última cosa más que indagué antes de empezar la lectura: una usina es, por lo visto, una gran nave industrial.



David Bodanis: E=mc2
Lo busqué intrigado por un comentario de un amigo acerca de que cada capítulo estaba dedicado a uno de los términos de la famosa ecuación (incluso el de “igual a”). Interesado sobre qué podría decirse de ese símbolo, gracias al libro descubrí que en realidad… muy poco, tal como cabía esperar.

También pensaba que sería un libro menos divulgativo, la verdad. Es posible que hayan sido mis falsas expectativas las que me hayan defraudado pero lo cierto es que el libro no me gustó.

No esperaba leer breves apuntes sobre la vida de diversos científicos ni la carrera por fabricar la bomba nuclear sino explicaciones de las teorías de Einstein que pudiera entender. Y salvo la relativa a por qué la velocidad de la luz es insuperable, el resto me ha interesado poco.

Félix García Hernán: El límite oscuro
En este caso se trata de un inesperado regalo de Reyes. Por lo visto el autor, que me ha dedicado el libro, proviene de otros mundos profesionales y se ha dedicado a escribir muy recientemente. De hecho éste es, creo, su tercer libro y, tal como me deseaba, he disfrutado mucho con él. Por cierto, que aunque tengo una edición blanda, se agradece su calidad y la del papel.

El límite oscuro explora esos bordes en unos cuántos personajes, unos mejores que otros, a lo largo de una trama policiaca relativamente sencilla pero muy interesante. Comienza con la consabida coletilla de que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia a modo de advertencia de que lo que cuenta es probablemente más que real aunque se mezclen situaciones para disimularlo. El lector, atrapado desde la primera página en la trama, duda de hasta qué punto podría verse tentado a involucrarse en algo parecido atisbando así dónde podría encontrarse su propio límite.

Más allá de esas disquisiciones, la historia está perfectamente construida, cuidadosamente escrita y ciertamente da gusto leerla. Además, mantiene en todo momento un innegable interés por ver cómo va evolucionando. En este sentido tiene una de las que yo considero virtudes ocultas de todo arte: permitir el equilibrio perfecto entre lo que el espectador puede anticipar y lo que le va a sorprender. Y digo en todo arte porque esto sucede no sólo en la literatura o el teatro, también disfrutamos más de la música cuando vemos venir las repeticiones… o cuando previamente al concierto nos empapamos bien de los discos correspondientes. Al leer El límite oscuro uno mejora su autoestima al comprobar que alguno de sus temores estaba más que fundado pero se sorprende en otras muchas ocasiones con los giros que, como en espiral, cada vez se suceden más vertiginosamente. El autor es además honesto con el lector, cosa que no siempre sucede en el género policiaco; sólo hay un momento en el que me sentí algo engañado, el satén es muy traicionero, y aún tengo mis dudas de si más que engaño era duda.
Toda la trama descansa en unos personajes necesarios sin los que no habría novela: sin la ambición, la inmoralidad, la conciencia, el amor… de cada uno de los personajes no podría darse una historia semejante. Al acabarla, encantado, comencé a pensar sobre ella y de momento pensé que quizá le faltara algo más de profundidad a esos personajes. Acostumbrado a los relatos de Almudena Grandes, tan introspectivos en sus protagonistas, me pareció que aquí se me quedaban algo cortas sus personalidades. Luego acepté que para ello quizá hubieran hecho falta trescientas páginas más (la novela tiene algo más de cuatrocientas) y que realmente no es imprescindible: los personajes están suficientemente retratados en general y perfectamente en lo necesario para contar porqué actúan como lo hacen. Que a mí me guste extenderme más no tiene por qué ser muy representativo. De hecho, una amiga tildó de culebrón una de mis novelas favoritas posiblemente porque no le interesaban tantos pormenores.
En resumen, una novela estupenda, sin mayores pretensiones y que precisamente por eso me sorprendió: rebasa con mucho esas pretensiones.

Jesús Carrasco y Javier Rey: La intemperie
Me animé con algunos tebeos para empezar el año. Me gusta compaginar varias lecturas de diversa índole simultáneamente y los tebeos no pueden ser más oxigenantes. Me lo recomendó el librero, Circus, pero porque le había gustado el libro en el que se basaba el tebeo.

El tebeo es precioso, la encuadernación magnífica, naranja para más gusto mío. Los dibujos, en la misma línea. Pero la historia… es muy escasa, casi inexistente. Creo que podría contarse en media docena de líneas sin que fuera un resumen. Es posible que para quien haya leído el libro los dibujos le resulten evocadores de las descripciones que sin duda tendrá. Pero yo, que necesito una historia como soporte de lo que esté bien escrito, que no frecuento la poesía precisamente por eso… me quedé con hambre. Y lo que es peor, la exigua historia del tebeo no me anima a leerme el libro porque tampoco me gusta gran cosa. A veces me siento un poco “materialista”.






Fernando Aramburu: Patria


¿Novela? Me atrevería a llamarla historia novelada porque aparenta un verismo impactante. Ésa es su mayor virtud: refleja una situación con gran detalle, desde varios puntos de vista, con un desapasionamiento difícil de conseguir y a la vez profundamente real en todos sus extremos. Si es o no del todo real, no puedo saberlo con certeza. Me encantaría que me lo dijera, Jose Mari, el etarra. Pero me parece que sí, que es absolutamente real. Y por eso el mérito, porque refleja una realidad tan brutal, tan demoledora que no deja sitio más que a la condena sin paliativos del terrorismo vasco. Habrá quien critique que saque a colación las torturas policiales, por ejemplo. Pero son ciertas y están ahí. Y no justifican nada, por otra parte. Ni en la realidad ni en la novela. El fanatismo, el odio de los nacionalistas vascos es tan absoluto que otras miserias del resto de la sociedad no quitan un ápice de brutalidad ni suponen la más mínima disculpa. Creo que nadie que lea el libro sin haber vivido la situación tendría la menor duda a la hora de señalar a los culpables. Quienes la hemos vivido, menos, claro. Me queda la duda, como he dicho, de qué diría Jose Mari.


El libro, me resisto a llamarlo novela, refleja con toda crudeza la situación de la sociedad vasca en los años duros del terrorismo. Crudeza que lejos de serlo por los asesinatos lo es mucho más por la intimidación y por el odio perpetuos que llenan cada recoveco de las vidas de un pueblo. Resulta imposible abstraerse de ello y así se comprende mejor cómo semejante ideología/comportamiento/vergüenza tuvo tanto apoyo. La historia se cuenta a través de dos familias arruinadas por el terrorismo, una de cada lado. Dos familias verdaderamente arrasadas por el eufemismo del “conflicto” que culmina en el asesinato de uno de sus miembros. En ese sentido sí hay mucha equidistancia: las dos familias sufren muy dolorosamente aunque entre ambas exista un abismo de responsabilidad. Los personajes ven así tan condicionadas sus vidas que apenas si pueden respirar otra cosa que sus miedos/vergüenza/odios. Y eso a pesar de que cada uno lo intenta de muy diferentes maneras: el asesino, el intelectual, el estudioso, la casquivana o la sensata, la loca, la fanática y el cobarde. Todos se enfrentan entre sí y todos, a su modo, bracean para salir de ese marasmo. Poco a poco, entre todos, lo van consiguiendo pero les lleva años y años que nunca recuperarán.

El relato se articula en torno a capítulos breves que facilitan mucho la lectura y en los que tras un comienzo de una tensión opresiva, apabullante, que se mantiene en más de la mitad del libro, va apareciendo una leve distensión que puede abrir paso a la esperanza. Malparados sí quedan algunos: quienes dirigieron el terrorismo y sacaron tajada de ello ya sea económica (el delirio de la lucha armada hay que financiarlo) o política (según a quién se asesine habría que enfrentarse a los del PNV). Y tampoco perdona a la iglesia católica (curas y obispos, no se trata de algo aislado) que dio alas a la bestia y, sobretodo, que sigue equidistante (todos han de pedir perdón). Se pone sobre la mesa hasta dónde se puede llevar a una sociedad inculta y explica algo de lo que sucede hoy con el islamismo. Porque hay mucha incultura y aislamiento en el libro, (mundos mentales muy limitados) que explican la pasión por dictadores, fanatismos y militancias que reflejan los personajes más exaltados.

Me gusta el acento vasco que se lee en las palabras en vascuence y que se escucha en los diálogos e incluso en el narrador. También ese ritmo seco que no acaba las frases (para que no me diga que.), que acumula palabras separándolas con una barra (entró/irrumpió) como para expresar más de una visión de las cosas. Y la cursiva para los modismos locales (si serían buenos, les compraría algo).

Frase impresionante no sé si literal: más que enterrar al padre lo estamos escondiendo.
 
Majane Satrapi: Persépolis

Otro tebeo incrustado entre las lecturas más largas. Aunque éste es muy largo también: 400 páginas con bastante texto. (¿No querías tebeos con historia?) Me lo recomendó el librero, como el anterior, pero en éste acertó.

Cuenta la historia de una chica desde los doce hasta los venticuatro años, más o menos y a través de ella, la historia de Irán a partir de la revolución islamista que derrocó al Sha. No pretende ser histórica sino más bien reflejar cómo esta chica y su familia percibía los cambios y se adaptaba a ellos. Es, por tanto, una visión muy parcial desde un punto de vista muy holgado económicamente. Sin embargo, para un desconocedor del tema como yo no deja de resultar interesante.

Los dibujos son en blanco y negro, más expresivos que bonitos pero agradables. La letra… una tortura porque la veía con dificultad hasta con gafas. Hay una idea en el tebeo que aparece también en Patria: “se creen muy revolucionarios y están atados por sus arcaicas tradiciones”. Es buena la comparación entre el integrismo islámico y vasco, la verdad. Y no sólo por eso.






Javier Tusell: Carrero: la eminencia gris del régimen de Franco


Me gusta alternar novelas con ensayos o libros de Historia y caí en éste. Debí imaginar el resultado pues el título ya contenía la palabra gris, aunque

fuera en sentido positivo, y Carrero parecía ser un personaje gris en el otro sentido, en lo relativo a su vida pública. Su biografía no podía alejarse mucho de la gama.

Pese a la enorme importancia que sin duda tuvo, quizá porque también el régimen era bastante gris, el libro me ha resultado bastante aburrido, escaso de contenido real a pesar de sus muchas páginas. ¿Con qué color podría calificarlo?






Guy Delisle: Escapar


Un tebeo más que me recomendó David, el librero y que me ha gustado mucho. Narra la cautividad de un voluntario de una ONG que es secuestrado en Chechenia.



Pero lo que cuenta es su monotonía, el desesperante paso del tiempo… Con todo y aunque un poco largo, te traslada bien esas sensaciones. El dibujo muy bonito, muy sencillo. El juego con las luces es precioso (véase la portada) aunque a veces resulte algo forzado el que para marcar el paso del tiempo el reflejo de una ventana varíe de maneras poco verosímiles.


Quizá le falte un poco del antes y después de la historia porque el tebeo se limita estrictamente al cautiverio y en más de 400 páginas se habría podido completar un poco pero imagino que se trata de algo deliberado para no introducir variedad en lo que quiere transmitir.
 

Félix García Hernán: Tras el telón


Leído a rebufo de El límite oscuro, creo que ésta fue la primera

novela del autor con quien, por cierto, tuve la suerte de poder tener una breve conversación que me gustó mucho. Ya quisiera yo ser capaz de escribir una historia así pero realmente es una novela menos interesante: muchos personajes secundarios sin tratar, una historia un poco inverosímil y falta de tensión. Se lee fácilmente, no obstante, pero se me quedó corta.






Fernando Aramburu: Los peces de la amargura

Relectura a cuento de haberme leído Patria; no recordaba por qué me había causado tan poco impacto. He comprobado que efectivamente es así, que no me dice gran cosa. Es muy curioso: Los peces de la amargura es un esbozo de lo que años después será Patria que sí me ha llegado hondo. Pese a todo merecería la pena estudiar despacio las diferencias porque ambos libros son muy distintos. Pese a que en Los peces… aparecen la mayoría de las situaciones que cuenta Patria de una manera casi idéntica, la narración no tiene de ninguna manera la misma fuerza. Mismas situaciones, misma proporción de maltrato a los terroristas, misma naturalidad al contar como habituales situaciones de acoso tremendo…



Patria es un libro muy largo, más de 600 páginas, y Los peces son diez cuentos cortos para un total de menos de 240 páginas. En ambos se cuentan los hechos de una manera bastante aséptica; cobran fuerza más por la brutalidad de los mismos que por el papel del narrador. Pero en Patria quedas sobrecogido desde las primeras páginas y Los peces en cambio se ven como algo distantes, más irreales, menos verosímiles… Y eso que las historias son casi calcadas. Ciertamente una diferencia apreciable entre ambos es el fuerte acento vasco que impregna el lenguaje de Patria y que en Los peces no se aprecia pero parece poca cosa para tanta diferencia. Tal vez, si me animo, me relea alguna parte y me fije un poco más.





Félix García Hernán: Delfines de plata


Tuve la sorpresa de poder conversar telefónicamente con el autor de El límite oscuro y ello me llevó a leerme la que ha sido su segunda novela.

Mucho más cerca de la tercera novela que de la primera, tiene un comienzo más sosegado que El límite oscuro pero igualmente interesante. Una historia muy bien trabada, con buenos y variados personajes que contrariamente a lo que dice la reseña de la contraportada, lejos de ser contar una acción trepidante desde la primera página comienza y va acelerándose progresivamente hasta el final. Quizá hay un mayor esfuerzo que en El Límite oscuro por caracterizar a los personajes, cosa que yo personalmente agradezco. De hecho he disfrutado mucho con la primera mitad y con cómo se va complicando el planteamiento. Por cierto, una corrección profesional: Zaha Hadid es una reconocida arquitecta.

La narración va avanzando y quizá se atasca un poco en el tercer cuarto echándose de menos algo más de desarrollo en el desenlace. Con todo vuelvo a decir, como en El límite oscuro: es una novela francamente entretenida y su sencillez es una de sus virtudes principales.

Resulta curiosa la capacidad del autor para lograr la imagen de algunos de los personajes vistos desde sí mismos. Hasta las personas peores suelen tener su corazoncito y sus autojustificaciones y eso, aunque no disculpe sus comportamientos, los hace humanos. En Delfines de plata (también en El límite oscuro) algunos de los “malos” presentan muy bien su propia visión de su comportamiento y ello permite entenderles y evita tener que asumir la ficción de la novela como algo impuesto. Desde otro punto de vista, resulta gracioso que en un momento dado le recomienden al director del hotel que se dedique a escribir novelas con las cosas que le suceden a diario.

En la parte menos positiva, creo que hay exceso de corrección: cuesta imaginar a Abdul como negro de tanto como se le pinta “de color”. Y los esfuerzos mentales del comisario para no caer en la homofobia son un tanto excesivos. Sobre todo ante la facilidad con la que la policía ignora tantas garantías ciudadanas. Tanto en El límite oscuro como en Delfines de plata la policía viola los domicilios particulares, las comunicaciones, los ficheros de datos de una manera sistemática. Si la realidad es así, nadie puede estar seguro de que no le entren en su casa con la mejor de las intenciones… o con la peor de las mismas y se enceuntre con que le “descubren” un alijo de droga, por ejemplo. Asusta pensarlo, la verdad.

No puedo menos que mencionar un punto claramente negativo achacable, imagino, a la editorial: la calidad de la edición es buena, como en El límite oscuro, pero si en aquél había alguna errata sin importancia, en Delfines de plata hay, erratas aparte, muchas faltas de ortografía que incluso en alguna ocasión dificultan entender lo que se lee.


 
Eloy Moreno: Cuentos para entender el mundo

Procuro mantenerme un poco al tanto de las lecturas de mis hijos. Así me leí, hace muchos años, cuando era un desconocido en España pero ya se hablaba de él en el Reino Unido, el primer libro de Harry Potter que me pareció original y nada condenable, contra lo que se decía. En este caso me atrajo el hecho de que fuera una lectura obligada en el colegio de mi hijo pequeño así como el título, que me pareció muy sugerente.


En efecto, se trata de cuentos muy cortos de finales muy bruscos que contienen un tema de reflexión. No son cuentos originales, salvo el último de ellos, sino adaptaciones a los tiempos que corren, si bien permanece un cierto exceso de monjes y reyes un tanto anacrónicos.

La edición es muy bonita, con ilustraciones estupendas y, ay, alguna falta de ortografía. A eso hay que añadir que conforme a esas nuevas reglas inexplicables, no se ponen las tildes diacríticas. Esto, que en un relato normal tiene una importancia escasa, en este tipo de relatos tan condensados con abundancia de pronombres se presenta con tanta frecuencia que se me ha hecho molesta la lectura. Bien es cierto que padezco una suerte de dislexia extraña para lo que está mal escrito pero me parece molesto para cualquiera.

Creo que no es mala idea seguir el consejo del autor de leer un cuento cada día y aprovechar para comentarlos con los hijos o en el café.



Sergio del Molino: La España vacía

Es apasionante eso de dejar correr la pluma por el teclado y escribir casi por escribir. Bueno, lo mejor debe ser que además resulte algo bueno y te lo publiquen, como es el caso. En eso consiste un ensayo y en eso consiste La España vacía: con la excusa de hablar del interior español el autor nos cuenta de viajes, literatura, música, cine, historia… todo con una fina ironía y una prosa fantástica. El tema es lo de menos, esperaba otra cosa, pero a pesar de ello es un placer leer así, por leer. Porque cuando menos te lo esperes vas a encontrar buenas ideas tales como que el paisaje no es sino literatura o que se te caen tópicos como el de la famosa ardilla que en tiempos remotos iba de Sagunto a la torre de Hércules saltando de árbol en árbol… ¡Qué alivio descubrir que posiblemente no hayamos deforestado toda la península! A mí por lo menos siempre me agobió un poco, la verdad.



Un tanto iconoclasta, en un gusto ver cómo el autor reparte a diestro y siniestro sin complejos pero también con respeto. No se ensaña con los blancos de sus cuentos aunque destaque sus errores con meridiana claridad y abundancia de argumentos. Incluso los disculpa colocándolos en su momento pero lo mismo le da que sean cineastas que estudiosos del Quijote, políticos franquistas o recientes, héroes o villanos. Eso de que el nacionalismo español explica la conquista de Mejico por la manera en que una carrasca se inclina en la dehesa extremeña o que algunos en España tenían una mezcla de integrismo santateresiano con chulería de soldado sin desayunar me pareció genial.


En definitiva, el libro parece una conversación amena con el autor que brinca de una cosa a otra con un cierto hilo conductor que sin embargo no le impide escribir de lo que le apetece con mucha gracia.

 
Jean Echenoz: Enviada especial.

Enviada especial me ha parecido una novela pedante, absurda y sin armar. Una historia inverosímil, casi infantil, en la que los personajes parecen piezas de un puzle en el que van encajando de forma milagrosa hasta tejer una maraña totalmente irrelevante para el relato. No creo haber leído nunca una novela de la que desconozca tantísimas palabras: gliptodonte, quídam, apandar, celadón, mordentado, dedil, haliéutica y otras muchas que en ocasiones se repiten con cierta frecuencia haciendo necesario el diccionario. Otras muchas palabras extrañas aunque más conocidas como onagro, vade, cenceño, glacis… completamente innecesarias junto con constantes referencias a cuestiones extravagantes que se dan por archiconocidas, desde vinos a reservas naturales, hacen que la lectura resulte molesta y que uno ya no dude de que la responsabilidad no está en la traducción. Pese a que me encanta emplear la palabra adecuada, la novela resulta ridícula.
Y quizá es ésa su pretensión porque es cierto que el autor establece un diálogo jocoso con el lector a base de una ridiculización de las situaciones y de los personajes en descripciones descarnadas de un narrador megaomnisciente. Recuerda un poco al estilo narrativo de Javier Marías pero con la importante diferencia de que ese recrearse en las reflexiones lleva a Jean Echenoz a emplear expresiones equivocadas y a usar mal algunas palabras. Y si eso nunca es bueno, cuando la expresión es tan rebuscada resulta desastroso.

Incómoda de leer, tiene pequeños destellos de interés que suscitan algunos personajes al principio pero que se diluyen luego porque ahí acaban, son personajes planos, sin evolución, sin un rol real en la historia pese a que estén permanentemente presentes en ella. Alguna reflexión divertida y nada más que no merece en absoluto el esfuerzo de tanta página autocomplaciente.
 

Manuel Álvarez y Roberto Villa: Sangre y violencia en las elecciones del F.P.



El título ya indica por dónde van los autores: no fue posible la paz, citando a Gil Robles. Los autores van reflejando el extremismo de tantos y el egoísmo de otros muchos aportando pruebas más que sobradas de cómo se fue larvando la guerra desde 1934 cuando menos.


Señala muy acertadamente el error tan común de considerar democrático a todo aquél que así se autodefine. Tanto entonces como ahora esa manida denominación encierra una interpretación muy particular de lo que es la democracia: sólo es demócrata quien opina como yo. Eso cuando la llamada a la democracia no es simplemente un cínico recurso propagandístico. Es curioso que muchos de los satélites de la URSS tuvieran el adjetivo en su nombre oficial (República Democrática Alemana, por ejemplo) y no lo tengan los países que sí eran verdaderamente democracias. También ahora Venezuela es calificada de democracia por quienes entienden de esta manera ese concepto. Y se apela a la democracia de los militantes para oponerse a la democracia representativa…



No es que avancemos mucho, la verdad, pues el PSOE se veía en 1936 en una fractura que guarda alguna semejanza con la actual de 2017: populismo barato que dejó de lado al Besteiro moderado achacándole que no era socialista, que no era de izquierdas y que no era demócrata. Los Besteiros que no actuaban en beneficio exclusivamente personal, que nunca justificaron la violencia del 34 y que verdaderamente aceptaban el juego democrático resulta que no eran demócratas al decir de los populistas del momento.


Precisamente porque hubo tan pocos Besteiros en todos los lados acabó la cosa a tiros. Porque el frentismo alimentado por los intransigentes y por los que esperaban sacar provecho del mismo (Azaña, Alcalá Zamora, Martínez Barrios…) les estalló en una guerra que ya no hubo forma de parar. Probablemente no sabían tantos como amenazaron literalmente con ella qué consecuencias tan desastrosas iba a tener. Los que ocupaban posiciones más moderadas ideológicamente quedaron arrumbados o acabaron alineándose con alguno de los extremos para que se acabara enfrentando media España contra la otra media. Quienes ven en la guerra una lucha del fascismo contra la libertad alimentan una utopía muy alejada de la realidad pues se trataba de una lucha de fascismo contra socialismo y la libertad no estaba en ninguno de los bandos. Y el libro no deja lugar a dudas al respecto, si es que alguna podía caber aún.


Por lo demás, un tanto prolijo, aporta datos interesantes acerca del funcionamiento electoral de la II República, de sus campañas electorales, de los medios que se empleaban y de cómo se podían tergiversar los resultados electorales a golpe de que todo vale contra los antidemócratas que resultan ser los demás.




Pierre Lemaitre: Recursos inhumanos.

No tenía intención de leer más novelas de este autor en una temporada pero ese título… Los títulos, cada vez me parecen más importantes. Recuerdo que en otra de sus novelas, Irene, me pareció fundamental.


El comienzo, los sentimientos de un parado mayor y de larga duración, está magníficamente planteado. Yo me identifiqué con mucho de lo que decía y sucedía. Pero tras un arranque que podríamos definir como descriptivo de una situación se embarca en una historia de acción cada vez más vertiginosa, más inverosímil y más agotadora que tras esa primera parte estupenda me ha decepcionado. Los sentimientos son arrasados por los acontecimientos y aunque el protagonista repite insistentemente su motivación personal para hacer las cosas más inimaginables, acaba resultando reiterativo por lo poco convincente que resulta.


La estructura es curiosa, tres partes Antes, Durante y Después con cambio de narrador en la central. Un recurso curioso que le da muy buen resultado en mi opinión.
Con todo he de decir que sólo por el principio me ha merecido la pena leerla.






Yuval Noah Harari: Sapiens.


Interesantes reflexiones antropológicas que resultan entretenidas, un tanto provocadoras en ocasiones y sencillas de leer. El autor vuelca un montón de teorías diversas con un aire tan liviano que hace temer la existencia de un gato encerrado. El tono divulgativo que emplea aportando numerosos ejemplos cotidianos asusta porque va calando con facilidad en el lector sin que uno esté muy seguro de la veracidad de tantas cosas como se afirman.

De hecho en el recorrido que hace por la historia de la humanidad, que abarca poco menos que el periodo entre el pasado y el próximo big-bang, uno en su ignorancia percibe algunos errores, como calificar a Holanda y Bélgica de repúblicas, que le hace dudar más aún. Considerar un ejemplo la descolonización británica cuando se podría decir que gran parte de los conflictos actuales tienen su origen en ella, desde Palestina o Pakistán hasta Kuwait parece un tanto excesivo y por eso cuando afirma cosas tales como que el cristianismo es una religión politeísta no queda más remedio que cuestionar la autoridad de quien hace las afirmaciones.

Con todo, es muy entretenido y hace reflexionar un poco sobre algunas de las cuestiones que plantea con independencia de que para tomarlo en serio haya que tener muchos más conocimientos que los que yo poseo.
  

Louise Penny: Una revelación brutal
El título ya apuntaba maneras, me temo que incluso en inglés y desde luego en español.



Una vez llevé a mi hijo mayor a ver al cuarta película de Harry Potter. No me gustó nada pero recuerdo que lo que me pareció peor fue el dramatismo constante,en cada escena, desde el principio hasta el final. Resultaba agotador. Algo así le sucede a esta novela: desde la primera página todo pretende ser terrible, todo son matices profundos, insondables. Además de resultar pesado e inverosímil, lógicamente conseguir semejante tensión constante a lo largo de tantas páginas resulta muy difícil. Y entonces, aún peor si cabe, se cae en el ridículo:
“Pocos conocían ese pueblo. Y muchos menos lo habrían encontrado”.
“Qué fuerza puede ser capaz de pulverizar un cráneo. Y todo lo que le protege."
“Qué le pasaría en vida para envejecer tanto. Y en la muerte.”
Me recuerdan a la cita de Les Luthiers "la pluma del águila no será jamás mancha de aceite".

La historia tal vez podría tener su interés pero así contada resulta insoportable. De hecho, aunque aguanté las cien primeras páginas, acabé conformándome con leer  luego las cincuenta últimas y me parece que no me he perdido nada. Si acaso, el tiempo de leer esas ciento cincuenta.






Lorenzo Silva: Recordarán tu nombre.


Recuerda a Soldados de Salamina en cuanto a que cuenta un poco cómo se escribe el libro además de, evidentemente, por la temática. Sin embargo, Cercas mantenía la ambigüedad en cuanto al género del libro, cosa que aquí no sucede: se encuadra abiertamente como novela cuando en realidad es una biografía en la que el autor advierte de que hay información con escaso respaldo documental. Este planteamiento, sincero en cuando a los contenidos,  no lo es en absoluto en cuanto al género de libro. Supongo que así conseguirá más ventas pero me parece un engaño.

El segundo problema deviene del género real del libro: es una biografía pero de alguien tan gris y del que se tiene tan poca información que resulta poco menos que imposible. No dudo de la bondad humana del personaje, machaconamente señalada por el autor, pero sólo eso no da para una biografía. Ni siquiera hay apenas datos acerca del hecho crucial en el que tuvo un papel relevante el general Aranguren, el apoyo de la Guardia Civil a la República del 36. Incluso los hechos “novelados” alcanzan sólo a una brevísima conversación telefónica que no llena una página en su conjunto. Ni la conversación del hijo de Moscardó con su padre, por sí misma, daría para tanto. No digamos ésta de Aranguren con Goded en la que el personaje simplemente mantiene, rodeado de presiones que no le dejaban otra alternativa, su pasividad. Como bien dice Azaña de él, el general fue un jefe sonámbulo, no sé si por carácter, por fuerza de los acontecimientos o por desacuerdo con los mismos. Y ello, que no merma un ápice su valía personal, tampoco la agranda con lo que complica mucho la tarea de escribir su historia.

Sin embargo, Lorenzo Silva demuestra ahí su talento pues de la nada saca un texto bien armado y razonablemente interesante, escrito además casi siempre en español, cosa que es muy de agradecer en los tiempos que corren. A pesar de ello creo que habría sido mejor despojarlo abiertamente del pretendido carácter histórico y abordarlo con más libertad. Y, de paso, de ese complejo político del autor que se ve continuamente obligado a  disculparse por enjuiciar con cierta objetividad a ambos bandos de la guerra civil. Su constante reiteración en la exoneración de la República y de muchos de sus personajes a pesar de sus errores, del carácter golpista de unos sublevados que no carecían de motivos o de la heroicidad del pueblo llano representado en los abuelos del autor llevan al lector casi hasta la náusea, no tanto por falta de acierto como por simple empalago.

Y es que quizá tampoco la vida de esos abuelos, o más bien sus nombres así recordados, colman el libro. Como tampoco pueden hacerlo las afirmaciones grandilocuentes sobre casualidades de la Historia que no pasan de meras anécdotas: pretender el autor que deba su propia existencia al general Goded porque convenció a su abuelo de permanecer en el ejército y así llegara a conocer a la que acabaría siendo su abuela resulta ridículo tanto leído en el libro como escuchado en las entrevistas radiofónicas de la promoción editorial. Podrían haber mejorado un poco el papel de impresión a cambio de alguna de ellas y habrían evitado equívocos. 


En definitiva, el libro me parecería infumable salvo porque demuestra lo que es capaz de sacar adelante un buen escritor. Como en el caso de mi admirada Almudena Grandes, si dedicara su talento a la literatura en vez de a pagar deudas y a acallar complejos nos iría mucho mejor a los lectores. Pero, claro, cada uno es dueño de escribir lo que quiera. Y los lectores, de leerlo. 





Luis Landero: El Balcón en invierno


Me ha recordado al Diario de invierno de Paul Auster en cuanto a que se trata de una suerte de recapitulación del escritor cuando ya se ve mayor. También, como Rosa Montero, habla un poco del oficio del escritor y de hecho comienza por ahí para ir derivando en un cúmulo de recuerdos más o menos autobiográficos pues este chico siempre fue muy mentiroso. Cuenta que en Valdeborrachos, la aldea de la que provienen los personajes, pasaron algunas cosas increíbles como sucedían en Macondo aunque sin llegar a extremos mágicos por lo general. Fantástica es la reflexión acerca de si los diálogos interminables de su familia al amor de la lumbre no serán sino reflejo de una eternidad alcanzada porque en realidad están todos muertos. Por último, ese comienzo interrumpido por otras divagaciones que apenas guardan relación con el principio se parece a una redacción con título obligado que yo tuve que escribir en el colegio en la que tras la primera o segunda frase pasé a contar lo que de verdad me apetecía. Al final los recuerdos evocan otros recuerdos.


En el relato se incluyen varias enumeraciones larguísimas con abundancia de vocabulario de todo tipo: rural, gastronómico, botánico… en lo que es una prosa limpia y rica. Cuando se refiere más a cómo se escribe que del pasado usa la expresión “novela literaria” que me ha gustado. Con ella he definido el tipo de libro que más me gusta actualmente: una novela en la que la historia es el soporte, la excusa, para recrearse en la prosa. No importa demasiado el argumento, aunque debe existir y tener una cierta coherencia, sino cómo se cuenta, cómo se retratan los personajes, la situaciones, los sentimientos, etc. que es lo que sucede con la deslavazada historia de El balcón de invierno.  Claro que el que a mí me haya servido para inventarme un género no quiere decir ni que ese género no estuviera ya inventado ni que esa expresión sea la que lo identifica. Pero a mí me ha servido.

Lo que más me ha gustado, pues ya digo que necesito que se cuente algo aunque no sea eso lo principal, es cómo relata su canonización. De nuevo se me ha aparecido Rosa Montero con su amante norteamericano mientras Landero bailaba en Moscú y tantas historias que yo también cuento no sólo porque resultan más interesantes que otras sino porque son las que mejor reflejan lo verdaderamente sucedido.






Juan Romeu: Lo que el español esconde.




Siempre me interesan los libros que tratan de la lengua pero éste me ha resultado excesivamente básico. Los ejemplos son muy elementales, tomados de un uso muy vulgar de la lengua que a mí no me resulta útil. Saber por qué hay quien dice “rebanarse los sesos” me interesa poco y, además, me parece evidente. Y es que el libro abunda en ejemplos de ese tipo: quien pudiera aprovecharlos probablemente no leerá este libro (ni ningún otro).

Tiene cierto interés la acumulación de palabras técnicas acompañadas de su explicación pero casi a título de diccionario nada más pues incluso yo sería incapaz de emplear “oxímoron” en mi vida cotidiana. Lo mejor, unas reflexiones acerca del género de la lengua y que Asterix es una palabra aguda.
  


Hannah Arendt: Verdad y mentira en la política.


Dos breves ensayos acerca del tema del título de una autora siempre interesante de leer por que, habiendo ella vivido muchas de las situaciones a las que se refiere, procura alejarse y abordarlas desde un punto de vista más general y filosófico. Mentira en la política resulta demasiado particularizado al caso que le sirvió de soporte para escribirlo pero Verdad en la política me ha parecido una magnífica exposición de la escasa cabida que puede tener esta virtud en tal actividad.

En realidad es algo que intuí hace tiempo y confirmé con los años pero que siempre es bueno  argumentar ordenadamente como lo hace la autora. La verdad de lo sucedido es fácilmente manipulable y como la política se basa en la opinión de la mayoría, sólo recurre a la verdad cuando le beneficia.
Un ejemplo de cosecha propia: los jóvenes que saben contestarme cómo comenzó la segunda guerra mundial me dicen que con la invasión de Polonia por parte de Alemania olvidando que fue invadida por Alemania y la Unión Soviética conjuntamente. Si aún me quedaba un adarme de esperanza en que puedan surgirnos políticos íntegros, lo he perdido por completo pero al menos tengo mis razones para ello y prefiero dejar de ilusionarme con lo imposible.  Y, de todas maneras, tal como se cita en el libro, “nadie dirá nunca que Bélgica invadió Alemania”, lo que no deja de ser un pequeño consuelo.


D. Lapierre y L. Collins: Esta noche, la libertad.



Una relectura de las que hago periódicamente. Releer no es leer exactamente, tiene muchas ventajas. De los numerosos libros de estos autores es posiblemente el que más me guste. Además, éste tiene especial significado para mí por lo que en su momento tuvo de importante una frase que figura en mi ejemplar: libertad es poder elegir en qué comprometerse.




 
Narra con detalle el breve proceso final de independencia de la India, su partición en dos de donde surgió Pakistán y los últimos años de Gandhi. Lo hace con profusión de anécdotas y casos concretos, como suelen ser los libros escritos por periodistas, que construyen el relato mediante una acumulación de microhistorias. Dos cosas me llaman la atención: la objetividad con la que tratan a Gandhi en la que sin ocultar su admiración no dejan de señalar sus contradicciones, y la indulgencia con la que tratan a Gran Bretaña. Sobre esto último, parece como si el imperio se hubiera visto forzado a tomar una decisión de urgencia que desencadenó varias guerras cuando habría preferido un proceso más gradual. Lo cierto es que Gran Bretaña salió de la India huyendo para no mancharse con la sangre que se iba a verter y que si bien las descolonizaciones no son fáciles en absoluto, ello no exime de la responsabilidad al colonizador tanto en cuanto lo ha sido como en cuanto a que sólo deja de serlo cuando se ve obligado a ello. Tras tantos años de obtener cuantiosos beneficios de los colonizados cabría esperar un cierto pago de los mismos en forma de descolonización ordenada, anticipada a los problemas, etc. Pero nadie deja de exprimir al otro hasta que se agota. NO es casualidad que el último imperio colonial, el inglés, haya dejado la mayoría de las guerras del SXX: India, Kuwait, Palestina… De hecho todas tienen su origen en la afición inglesa por dividir a los demás en pedacitos débiles. Pretender que Pakistán fue el producto de una imposición religiosa, como mínimo resulta parcial: se ajustaba al patrón de comportamiento habitual de los ingleses.



 

 


Borrell, de Carreras, López y Piqué: Escucha, Cataluña. Escucha, España.

 
El título echa un poco para atrás por la equidistancia pero el contenido es inequívoco al condenar la imposición que pretende una minoría de catalanes tanto en Cataluña como en España. Imposición ilegal y absolutamente antidemocrática como tantas otras en la Historia. Es lo malo de los fanáticos: son incapaces de ver la realidad.
 
Lo más interesante me parece el relato de la historia reciente en Cataluña, historia que hemos vivido desde fuera y que conviene recordar. Sorprende lo farragoso y hasta cierto punto ambiguo de la parte de Piqué. Los complejos no nos abandonan. En estos días aciagos de Octubre de 2017 son muchos quienes creen que la democracia y los derechos de las personas, en este caso de la mayoría para mayor delito, se defienden con timidez monjil y así nos va. Fueron muchos los que lucharon y sufrieron por la Democracia tanto en España como en el mundo pero nos hemos vuelto indolentes en la defensa de nuestros valores. Rechazamos las imágenes del telediario en un mal entendido civismo que a la vez es capaz de tragar cosas mucho más graves.
Más de una vez los catalanes nos han enseñado mucho al resto de los españoles. La última, el estado de las autonomías al que llevaron a una sociedad que, en el 75, no tenía algo así entre sus preocupaciones. Pero lo hicieron con el famoso “seny”, persuasión y argumentos. La fuerza se la dejaron a los terroristas pero ahora también hacen uso de ella. Costó años que España rechazara con claridad el terrorismo de ETA. Esperemos que no tardemos tanto en rechazar este sin sentido de Cataluña. Y entre tanto, soportaremos las pseudocívicas condenas de la violencia “venga de donde venga”.



Grandes, Almudena: Los pacientes del doctor García.


He dicho muchas veces que me da mucha pena que Almudena Grandes haya asumido una suerte de obligación reivindicativa con la que cada vez llena más páginas intrascendentes. La serie de episodios no nacionales nos ha ido privando progresivamente de las virtudes que tiene la autora hasta llegar a este último libro en el que no merecen la pena más de la mitad de ellas: las primeras y las penúltimas. En medio, una larguísima historia poco interesante y gris por más que la autora se empeñe en considerarla heroica. Al multiplicar los escenarios se pierden esos detalles que abundaban en sus novelas. Al multiplicar los personajes, éstos pierden la profundidad. Al enlazarlos con los de otros de sus libros se persiste en esa alegría infantil con la que empezó Inés que redime las necedades de un grupúsculo con una bondad tan pura que raya en el ridículo.


Verosimulitud es lo que dice la autora que hay que exigir a la literatura y es precisamente ésta la que falta incluso aceptando que todo lo que cuenta sea cierto porque lo que no lo es, más allá de los hechos concretos, es su conjunto.

Siempre he pensado que la autora es autobiográfica en algunos pasajes o personajes. Ella misma lo ha admitido alguna vez en rasgos de Malena, en algunos barrios de Madrid, en las familias… Me entristece pensar que aquí sea Rita y su odio, tan profundo que necesita la acción, la escritura, para vencer la amargura que la invade. Conozco el sentimiento y sé lo difícil que es evitar que te ocupe más de lo imprescindible. Es triste que te llegue a ocupar tu profesión, aunque sólo sea por las horas de amargura que ello supone. Y es una pena que los libros de Almudena Grandes, que eran tesoros, al pasar a ser episodios de una guerra que se niega a acabar, hayan pasado a ser pajares. Una pena por ella, y una pena por los lectores que han de entresacar lo bueno, que lo hay, entre tanta paja.
 

Pierre Lemaitre: Tres días y una vida.

El año pasado creo que leí el primer libro de este autor. Luego leí varios más y aunque llegó a cansarme un poco, me he animado de nuevo con él y no mke arrepiento.
 

En este caso es una historia relativamente convencional, con escasas sorpresas, en la que se pone de manifiesto la maestría para la tensión y el suspense de este escritor. Ciertamente engancha.
 

Me parece estupendo el título, esta vez el original no ha necesitado mejora en la traducción, que recoge exactamente lo que cuenta el libro y a la vez su mayor virtud: un relato muy intenso en un corto lapso de tiempo con una coda eterna.

 

 

 
 
Chaves N., Díaz F. y Pla: Tres periodistas en la revolución de Asturias

 

Siempre es interesante conocer las primeras impresiones de un suceso. Aunque luego los historiadores vayan recogiendo información y desmientan lo que en al principio pudo suponerse, esas primeras crónicas dan una idea de la realidad en el momento en el que se producen las primeras consecuencias. Si un acontecimiento genera unas reacciones inmediatas, el que luego las percepciones de tal acontecimiento sean matizadas y revisadas de una manera más fría y objetiva (también a veces más interesada) no podrá evitar lo ya se haya puesto en marcha y, si acaso, sólo podrá redirigir algunas de las actuaciones a más largo plazo. En este caso, los tres periodistas republicanos coinciden en lo esencial: se trató de una revolución fundamentalmente socialista, del PSOE de entonces, muy violenta y también muy violentamente reprimida. Generó un estupor y miedo que probablemente no se disipó en años.



En este caso los historiadores no han corregido esas primeras impresiones y la revolución de Asturias, junto con la de Barcelona que aprovechó su rebufo, se considera una más de las causas de la guerra que comenzó en 1939 y que, como traslucen las crónicas, enfrentó a los extremos dejando en medio a los verdaderos republicanos que apenas tuvieron cabida en aquélla República.

 
Las crónicas tienen un carácter muy diferente: desde las casi novelescas, amenas, de José Díaz Fernández hasta las más sincopadas, periodísticas y sorprendidas de las de Pla. Pero todas tienen esa ventaja de la visión reciente y objetiva de sus redactores.
 


A. Penades y J. M. Pavía: La reforma electoral perfecta

Interesante explicación de los sistemas electorales más frecuentes y de cómo afectan a la configuración de nuestro parlamento. Han salido muchos otros libros de esta índole, no es primero que leo en estos meses, y la conclusión siempre es la misma: ni lo que tenemos es tan malo, ni existe solución perfecta.



Con todo, lo principal es que el nacionalismo no está actualmente sobrerrepesentado en España. Lo que sí hay es otros partidos infrarrepresentados (IU, UPD, C´s). Y es que el nacionalismo es una anomalía para cualquier sistema democrático. En la medida en que los votos se relacionan con los territorios, la democracia deja de ser válida. Quizá el futuro pase por el voto telemático en el que no sólo se garantice el anonimato sino también ubicuidad. Un sistema en el que, de la misma manera que los partidos tienen límites en su ideario por razones de principios básicos (no se pueden defender ideas racistas, por ejemplo) tampoco se puedan defender intereses locales en un ámbito de elección mayor. Porque, de otro modo, el futuro de los sistemas democráticos es bastante incierto.

Javier Marías: Berta Isla

No me gusta demasiado Javier Marías. He leído tres o cuatro libros suyos y sólo uno me gustó realmente, Los Enamoramientos. Incluso ése hube de leerlo varias veces. Me pasa que busco en la lectura la narración de una historia y cuando ésta me atrapa, me cuesta disfrutar de los pormenores, descripciones y demás elementos que la arropan. Por ello me gusta releer, para, una vez saciada la curiosidad, disfrutar de la totalidad del libro. En este caso lo que me hizo dar otra oportunidad al autor fue la portada, que es magnífica. Cada vez que retomaba la lectura empleaba algunos segundos en admirarla. Y sin embargo, resulta ser bastante falsa…


 
La portada y el título del libro evocan una parte de la novela, la que habla en primera persona, sí, pero no la principal. Claro que aún habría resultado más equívoco llamar a la novela Tomás Nevinson y poner a un espía en ella pero al menos coincidiría con el protagonista principal.
 
La historia, como acostumbra este escritor, está contada a muy grandes rasgos y para cada suceso esporádico hay muchas páginas de circunloquios y reflexiones internas del autor y del lector con él, naturalmente. A veces disecciona los pensamientos, otras relata a cámara lenta lo que sucede, fotograma a fotograma. Ése es su valor: cómo lleva al lector a reflexionar sobre muchas cosas intrascendentes y otras algo más trascendentes en donde la narración de la historia no es más que un mero soporte o excusa para los soliloquios. Así, tiene reflexiones interesantes sobre lo desacertado del pueblo en Democracia y, como en otros de sus libros, descripciones del amor desde un punto de vista poco apasionado pero profundo que son muy de mi agrado. En otras ocasiones resulta muy reiterativo también.
 
¿Conclusión? Sigue sin convencerme Javier Marías pese a que con seguridad leeré algún otro libro suyo en unos años. Incluso con una portada menos sugerente.